Aguas Claras
Los nuevos trastornos alimenticios
Autor: Marie-Anne Holloway

A raíz de la reciente participación de nuestro centro Aguas claras en el LXXII Congreso chileno de Neurología, Psiquiatría y Neurología donde además se llevó a cabo el XIII Congreso Hispano Latinoamericano dedicado a Trastornos de la Conducta Alimentaria y Obesidad a través del ciclo vital, es que surge nuestro interés por aproximarnos a los nuevos trastornos de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos.
Teniendo en cuenta además, el incipiente aumento de casos “desconocidos” que implican establecer las diferenciaciones necesarias para comprender y abarcar de manera adecuada éstos fenómenos. Esto podría ayudar a que el día de mañana seamos capaces de leer las señales y detectar cualquier perturbación que pueda estar afectando a los niños.
En este sentido, y considerando los temas abordados durante el Congreso, cabe destacar, de manera introductoria, que según el DSM V (2013), los “Trastornos de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos” incluyen; el trastorno de pica, trastorno de rumiación, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastornos de atracones, otros trastornos de la conducta alimentaria o de la ingesta de alimentos especificada/ no especificada y el Trastorno de evitación/restricción de la ingestión de alimentos.
Este último será abordado de manera más profunda en el presente escrito, por lo tanto es fundamental presentar sus criterios, informar de qué se trata y establecer sus diferencias respecto a otros trastornos. En cuanto a los criterios para el diagnóstico, éstos apuntan principalmente a:
Trastorno de la conducta alimentaria y de la ingesta de alimentos que se pone de manifiesto por el fracaso persistente para cumplir las adecuadas necesidades nutritivas y/o energéticas asociada a uno (o más) de los hechos siguientes: Pérdida de peso significativa (o fracaso para alcanzar el aumento de peso esperado o crecimiento escaso en los niños). Deficiencia nutritiva significativa. Dependencia de la alimentación enteral o de suplementos nutritivos por vía oral (en algunos casos, no siempre se cumple este criterio), e interferencia importante en el funcionamiento psicosocial.
En términos más concretos, este trastorno podría incluir por ejemplo; falta de interés por comer o alimentarse, evitación a causa de las características organolépticas de los alimentos, por ejemplo el olor, textura y sabor. En estos casos los niños se niegan a comer ciertos alimentos por las características, formas o sensaciones que perciben. En un caso así podría ocurrir que un niño se alimente solamente papillas, rechazando cualquier otro tipo de alimento. En algunos casos también existe la posibilidad de que un niño solo coma un tipo de alimento, por ejemplo las pastas instantáneas, lo que eventualmente puede significar deficiencias nutritivas importantes.
También pueden aparecer preocupaciones acerca de las consecuencias repulsivas de la acción de comer, por ejemplo vómitos o atoramientos. En estas circunstancias los niños se pueden mostrar resistentes a comer ya que esto les podría causar daño, arcadas, dolor al tragar, entre otros.
Es importante destacar que el trastorno no se explica mejor por la falta de alimentos disponibles o por una práctica asociada culturalmente aceptada. A su vez, el trastorno de la conducta alimentaria no se produce exclusivamente en el curso de la anorexia nerviosa o la bulimia nerviosa, y no hay pruebas de un trastorno en la forma en que uno mismo experimenta el propio peso o constitución.
El trastorno de la conducta alimentaria no se puede atribuir a una afección médica concurrente o no se explica mejor por otro trastorno mental (DSM V, 2013).
Una vez aclarados los criterios es importante diferenciar si se trata de un Trastorno de evitación/ restricción de la ingestión de alimentos, o si la conducta restrictiva responde a un mecanismo más adaptativo.
Por lo tanto es fundamental descartar la presencia de otros diagnósticos, por ejemplo un trastorno de ansiedad que pudiera estar generado restricciones y evitaciones a la hora de comer. Puede ser que un niño presente ansiedad social y por lo mismo evite o no logre comer frente a sus compañeros, sin embargo esto no respondería a un trastorno de la conducta alimentaria.
También puede ocurrir que exista la presencia de un trastorno del espectro autista (TEA), donde se pueden cumplir algunos de los criterios respecto a la evitación o restricción de alimentos.
Descartando la presencia de algún otro trastorno, es importante identificar que exista una deficiencia nutricia, pérdida de peso y dificultades para un funcionamiento psicosocial adecuado.
Por lo tanto, en niños que presentan este trastorno, por lo general existe un impacto a nivel físico, al perder peso, falta en los nutrientes, etc. el cual es identificable. Junto con un impacto en sus sus relaciones sociales, ya que este trastorno interfiere de manera directa en un desarrollo adecuado.
Al ser un trastorno nuevo aún no existen antecedentes de la prevalencia de este trastorno sin embargo es común en hombres también, y tiende a ser recurrente en la niñez y adolescencia temprana (Bermudez, 2017).
Para efectos terapéuticos es importante establecer un diagnóstico diferencial para poder brindar un tratamiento adecuado, junto con la estabilización nutricional y psiquiátrica en caso de que sea necesario. Lo fundamental es poder brindar apoyo a la familia y pacientes, informando acerca de qué se trata y guiando según el caso a caso, pudiendo así abordar este “nuevo” trastorno de manera integral.
Referencias
Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-V, (2013).
Olivio Bermudez, (2017). LXXII Congreso chileno de Neurología, Psiquiatría y Neurología. Viña del Mar.
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